martes, 23 de septiembre de 2008

Relato de Experienias Pedagógicas

“Hablar de los libros”
Una experiencia de lectura

Incentivar la lectura en los chicos, formar lectores autónomos, era el gran desafío que, con un grupo de colegas, nos habíamos propuesto como objetivo central cuando iniciamos la implementación de la EGB3 en la Escuela Normal Superior “Julio Argentino Roca” de la ciudad de Monteros, provincia de Tucumán.

Comenzamos la experiencia en Séptimo, y en mi caso particular, tenía la gran ventaja de enseñar Lengua y Literatura a un mismo grupo en los tres cursos de la EGB3. A partir de una fuerte mediación entre los textos y los alumnos en el Séptimo año, me propuse, ir “soltándoles la mano” poco a poco para que fueran iniciando un camino propio de lectura. Así llegaron a Noveno Año con un bagaje importante de libros leídos, en una interacción permanente con la biblioteca de la escuela y con dos bibliotecas populares de la ciudad que ampliaban las posibilidades de lectura de muchos chicos de escasos recursos para quienes, adquirir libros para formar su biblioteca personal, resultaba bastante difícil.

¿Cómo hacer entonces para encarar un proyecto de lectura que posibilitara la búsqueda de caminos personales? ¿Cómo hacer para no imponer un canon único y cerrado? ¿Cómo hacer para lograr un seguimiento del proceso sin que implique un control de lectura tradicional que obture el proyecto personal y los intereses de cada uno?

Al comienzo del año, y frente a la propuesta de elegir un libro para leer, surgieron intereses dispares. Algunos eligieron libros de los catálogos de títulos posibles que habíamos armado en cada biblioteca, otros adquirieron un libro recomendado en listados de sugerencias, pero no pocos se presentaron con libros que tenían en sus casas y me decían : “profe, este lo leyó mi hermana y me dijo que es bueno” o bien “ esta novela la leyó mi mamá, se la prestó una vecina”. Muchos de esos libros eran “best seller” que circulan en las familias, algunos desconocidos para mí o tal vez de escaso o nulo valor literario. Entonces me planteaba: si desapruebo su elección, ¿buscarán otro? Y también, en un intento por vencer los prejuicios, pensaba: ¿acaso en nuestra trayectoria de lectores no figuran libros de los más variados, colecciones íntegras de “novelas del corazón” que en nuestra adolescencia devoramos con fruición?. Si tratamos de que encuentren un proyecto personal de lectura, ¿debemos interferir en la búsqueda permanente que ello significa?.

Vencidos algunos prejuicios acerca de qué había que leer, surgió un segundo problema: ¿cómo monitorear el proceso de lectura de libros diferentes en un curso de más de treinta alumnos?. Comenzamos con una ronda colectiva donde dos o tres por clase hacían comentarios de sus lecturas, pero cuando ya íbamos por el cuarto comentario, se empezaba a poner demasiado monótono. Como estaban entusiasmados leyendo, querían contar lo que habían leído. Cada clase me decían “profe, cuándo vamos a seguir hablando de los libros”.

De ese modo, surgió un espacio que se fue organizando paulatinamente, para “hablar de los libros”. Mientras la clase realizaba actividades grupales, se armaban pequeños grupos de cinco o seis para hablar acerca de los libros. Yo me incorporaba como una lectora más, ponía temas sobre la mesa, moderaba la charla, los ponía en situación de pensar a partir de los sucesos que narraban, sugería comparaciones, contrastes, opiniones, críticas, inferencias, retornos al texto para buscar cosas, para reflexionar, para sacar conclusiones, en suma para seguir interrogando al texto.

Comenzamos a poner plazos para terminar un libro y comenzar otro. Algunos se entusiamaban por leer alguno, movilizados por las narraciones de sus compañeros. Así aproveché estas ocasiones para traer nuevos libros, mostrarselos, leerles las contratapas o algunos pasajes a fin de ir elaborando nuevos catálogos que actuaran como orientadores de lectura, tanto de literatura juvenil como de cuentos o novelas de escritores regionales, nacionales o de la literatura universal, que les iba recomendando a medida que observaba sus gustos personales.

Si bien habíamos establecido un piso de lectura de seis libros para todo el año, muchos chicos superaron ampliamente este piso y fueron acelerando el tiempo de lectura a medida que adquirían mayores competencias.

En realidad, debo decir, que para esta tarea de coordinación de los grupos, recibí la colaboración de los alumnos residentes que cursan el Profesorado de Lengua en el Nivel Terciario de la escuela y que estaban realizando sus prácticas en este noveno. Esto me permitía que, mientras ellos coordinaban las tareas de pequeños grupos que realizaba toda la clase, yo pudiera trabajar con los grupos de lectura o viceversa.

Este proceso de lectura autónoma se iba alternando con la lectura colectiva en otras clases, de cuentos del libro “Doce cuentos peregrinos” de Gabriel García Márquez en los que les ayudaba a reconocer algunas estrategias narrativas del autor que luego ellos descubrían en sus propias lecturas, ya que muchos impulsados por el trabajo con estos cuentos, comenzaron a leer algunas novelas de este autor que figuraban en los catálogos antes mencionados. Recuerdo que una vez, en una charla sobre sus lecturas, una alumna me dijo:

“...pasa igual que en el cuento de la Sra. Forbes ( El verano feliz de la Sra. Forbes – Doce cuentos peregrinos- G.G. Márquez) así como el autor va mostrando de a poco el lugar de los hechos hasta que lo devela totalmente como si fuera el ojo de la cámara, también en el Coronel no tiene quien le escriba el narrador va contando poco a poco y va dando pistas para que nos enteremos que el gallo era de su hijo, quién era Agustín y cómo había muerto... al principio no se entiende, pero poco a poco me di cuenta que hacía igual que en el otro...”

Creo que esto es sumamente importante, allí opera la trasferencia y, estoy segura, de que como en este caso, son muchas las situaciones de inferencia, de similitud o de contraste que los chicos van descubriendo cuando realizan su lectura solitaria y personal, aunque nosotros no podamos controlar, ni evaluar.

El proyecto de lectura del año se fue enriqueciendo con otras tantas actividades paraleles, adultos que vinieron a leer o acercar sus lecturas, escritores que nos visitaron para contar su experiencia de escritura y sus biografías de lectores, bibliotecarios que recomendaron libros a los chicos, antologías de poemas o de letras de canciones que se elaboraron y hasta la realización de una monografía sobre un libro y temática a elección.

Al finalizar el año escolar, realizamos una encuesta a los alumnos de noveno año para ver cuáles eran sus valoraciones en relación con algunos aspectos de la experiencia vivida. Si bien la mayor parte de los chicos destacaba distintos aspectos como positivos y hubo una variada gama de respuestas, recuerdo una en particular, la de un alumno muy conflictuado y no con demasiada dedicación, con la que quiero concluir este relato: “no sé si me gustó mucho, sólo sé que antes nunca leía nada y ahora no puedo irme a la cama sin llevar algo para leer”.



Prof. Graciela Beatriz Aldonate